sábado, 13 de abril de 2013

El Relojero de Acrusia: Un excelente libro.









Sinopsis:

Potencial y querido lector. Yo te invito a que te embarques en esta mágica aventura en donde se combinan fantasía, ciencia ficción y mucha diversión. Te invito a que imagines un reino perdido en la edad en el cual gobiernan dos hermanos que tuvieron la desgracia de haber nacido el mismo día. Imagina, solo imagina por un momento que el padre de estos dos reyes al no tener un primogénito claro dividió el reino y a cada uno le dio su parte. No sé cómo te sentirías tú, pero yo estaría bastante molesto porque tengo que gobernar medio reino. La guerra comenzó como es lógico, pero eso no es todo. Esa no es la única peculiaridad que tiene este reino. Al fondo de una placeta dentro de una ciudad importante vive un hombre calvo, pequeño y con una pata de metal. Este hombre se dedica a la relojería, pero se le ha ocurrido que de la misma forma que hace funcionar sus relojes también puede hacer funcionar muchos otros aparatos. Imagina en plena edad media carros mecánicos, máquinas de guerra hechas de metal movidas por extraños motores, arados automatizados y quien sabe qué otras cosas. Pero deja de imaginar y mejor lee esta fabulosa historia. No te arrepentirás.

martes, 26 de marzo de 2013

Una narración fantástica



Uno de los mejores hallazgos entre los pergaminos de Fray Leandro fue develado por fin. En cinco pergaminos seguidos se narra una de las batallas tenidas entre Trusio y un grupo de rebeldes. En este pasaje Fray Leandro nos demuestra una capacidad de escritura más juvenil y una narración fantástica de acontecimientos. Nuestros expertos piensan que esta etapa del libro de Fray Leandro fue escrito mucho tiempo antes que el resto. A continuación el relato:

Sencillamente no hay nada bueno en la guerra.




Corría el año de nuestro señor 1360 cuando los rebeldes del norte regresaron de su destierro y atacaron el reino de Trusio durante el reinado de Flacio. Por ese tiempo yo ya era el consejero de este monarca y se me preguntaba por todo suceso que aconteciera en el reino dada la confianza que había sabido ganarme en la corte. El General Bernardo el Fiero se presentó ante el Rey Trusio tiempo después que comenzarán las primeras revueltas al norte del reino.



Su majestad —dijo el general al mismo tiempo que se quitaba el casco de la cabeza —los rebeldes han tomado todos los poblados del norte y han matado a mujeres y niños sin permitir tregua alguna.



El rey Flacio siempre había demostrado ser un monarca piadoso, pero ante la noticia que acababa de recibir no hizo más que explotar en toda suerte de groserías que lastimaron los oídos de todos los de la corte. Los míos creo yo fueron los que más sufrieron al ser yo un hombre de Dios. Lo siguiente que la corte escuchó de la boca del rey, algunos tuvieron que destapar sus oídos para oírlo, fue que el reino de Trusio iba a sacar sus máquinas de guerra. El primer ofendido ante esta noticia fui yo mismo.



—Su majestad —le dije —había usted decidido que las máquinas no iban a ser usadas para la guerra más que con su hermano. Los rebeldes no tienen con que defenderse ante estos ataques y su hermano, usted disculpe, si tiene la fuerza para defenderse. Esto es injusto.



—Mi querido consejero —me contestó el monarca con voz enérgica —no hablemos de justicia ahora. ¿Dígame usted si fue justo que los rebeldes asesinaran a mujeres y niños indefensos en los poblados?



A decir verdad el monarca me había dejado sin ningún argumento y no tuve más remedio que agachar la cabeza y volver a mi lugar. Mis más antiguos temores sobre el uso de las máquinas en la guerra se iban a volver una triste realidad y esa noche no pude dormir pensando en las consecuencias que la decisión de mi rey tendría en esa batalla. Tan solo 48 horas después recibiríamos el informe de la batalla que se había librado contra los rebeldes con una narración fantástica por parte del cronista del ejército.



El General Bernardo el Fiero salió esa misma tarde con 200 hombres de a caballo, 500 hombres de a pie y 25 máquinas de guerra. Estas horrendas monstruosidades de metal eran llamadas por los ingenieros, sus creadores, Elefantes de Metal o simplemente Demoledores. Eran monstruosas máquinas de metal con un grosor de 25 centímetros en toda su coraza. Estas máquinas eran movidas por una mezcla de gases que, según me explicó un ingeniero que se volvió buen amigo mío, movían una serie de engranes de la misma forma que un péndulo mueve un reloj, pero utilizando la fuerza de la presión contenida del vapor de agua. Hacían que el agua hirviera por medio de calor dentro de un gigantesco recipiente de metal y después soltaban un ligero hilo de vapor sobre un engrane con lo que giraba de la misma forma que un molino por la acción del viento o el agua. Los engranes movían otros engranes que a la vez también movían las ruedas que hacían que la máquina se desplazara. Ahora entiendo un poco como funcionaban y me parecen ingenios de la trastornada mente humana, pero en su momento solo me parecían obra del demonio.



Los Elefantes de Metal tenían un artilugio que también funcionaba con vapor de agua y que era capaz de lanzar bocanadas de fuego de las fauces de la máquina. Este mismo aparato también era capaz de lanzar bolas de caucho ardiendo rellenas con alcohol que explotaban al chocar contra algo. ¿Cómo podrían defenderse contra esto hombres que solo tenían espadas y arcos?



El General Bernardo el Fiero llegó hasta el campo de batalla por la mañana y alcanzó a ver a los rebeldes aún sumergidos en sus sueños. Tan solo un pobre vigía encaramado en lo alto de una torre de madera toscamente construida alcanzó a ver el gran ejercito de Trusio y no fue capaz de hacer nada al quedarse perplejo ante la imagen de los Elefantes de Metal. Al fin otro vigía dio la voz de alarma con un viejo cuerno que movió los tímpanos de los oídos de todos los presentes. Miles de hombres se levantaron de súbito para solo encontrase con bolas de fuego ardiente cayendo a diestra y siniestra. Muchos murieron en cuestión de segundos y el General Bernardo se sentía dichoso de no tener que luchar esa mañana.



El General rebelde no se inmutó ante la visión de las máquinas que a sus ojos eran demonios a las órdenes de Trusio. Como un centinela el general rebelde ordenó a la caballería que montara y saliera a todo galope del alcance de las máquinas dejando atrás a más de la mitad de sus hombres. El General Bernardo viendo como huían detuvo el fuego de las máquinas y ordenó a la caballería pasar por la espada a todos los sobrevivientes del campamento. Esa misma tarde el General Bernardo descansaba en la propia casa del General rebelde mientras veía las llamas de una enorme fogata en la que se quemaban miles de cadáveres rebeldes y algunos hombres de Trusio. El General Bernardo ordenó a sus hombres destapar todos los barriles de vino y celebraron durante toda la noche. Los gritos y algarabíos se escuchaban en todo el campamento. Esta alegría fue escuchada por un hombre en lo alto de una colina que después de sonreír para sí mismo tomó la rienda de su caballo y dio media vuelta perdiéndose en la oscuridad de la noche.



A la mañana siguiente el General Bernardo, según el mismo me contó una noche de copas, se despertó con la resaca más fuerte que había sentido en su vida. Eso después no fue cierto porque hubo otra mañana donde despertó peor. Lo único que el General Bernardo pudo sentir al despertarse fueron unas ganas terribles de ir al baño. Sus ojos no le dejaban ver nada, siempre que tomaba se le nublaban por horas. El General Bernardo se tambaleó hasta la salida de su tienda y se dispuso a hacer sus necesidades cuando sintió una navaja colocarse en su barbilla.



—No haga eso General —le dijo una voz desconocida.

—¿Quién anda ahí? —fue la respuesta normal del General Bernardo ante la situación.

—Digamos que usted está durmiendo en mi casa sin haber sido invitado —le contestó la figura borrosa que estaba frente a él.

—Me tiene a su disposición —dijo el General Bernardo —estoy desarmado e indefenso. Puede matarme y más vale que lo haga.

—Yo no soy como usted —contestó el general rebelde —yo no mato personas indefensas. Usted no tiene arma para defenderse y no está listo para luchar. No. Yo no soy como usted.



La figura borrosa se perdió tan fácil como había llegado y el General, según me contó, sintió la vergüenza más terrible que había sentido en su vida. Eso de igual forma después no fue cierto porque hubo otro día en que sintió mayor vergüenza. Lo siguiente que el General Bernardo recuerda es una terrible explosión a derecha, otra a izquierda y después alrededor de 23 explosiones más a todo alrededor. Bernardo se arrojó al piso con el pantalón bajado y se tapó los oídos. Un par de horas después cuando recuperó la vista lo único que miró fueron todas sus máquinas destruidas, la mitad de sus hombres decapitados y la otra mitad saliendo tambaleantes de sus casas de campaña todavía adormilados por la resaca de la noche anterior. Sus hombres apenas salían a ver qué había pasado.



Aquella tarde cuando el informe llegó a manos del Rey Flacio se volvieron a escuchar cientos de palabras altisonantes que hicieron que los miembros de la corte volvieran a tapar sus oídos. Se podría decir que después de aquello el General Bernardo aprendió dos grandes lecciones: no subestimar al enemigo y no volver a beber durante le guerra. Se podría pensar eso, pero no aprendió ninguna de las dos.



Con esta batalla, me avergüenzo de decirlo, pero me sentí muy alegre. El motivo de mi alegría era que habita tenido razón al final de todo: la astucia natural del hombre es más peligrosa que sus creaciones. Aunque ambas vienen de la misma cabeza: una es natural y otra no.

La guerra solo genera destrucción.




Después de esta narración fantástica he de decir que aún quedan algunos pergaminos más de Fray Leandro por resolver, pero poco a poco vamos mejorando la técnica que saca las palabras de los pergaminos roídos por el tiempo. Sobre el libro perdido del Relojero que Daniel escribió, la pista se hace cada vez más evidente y casi estamos por localizarlo. Hemos encontrado algunos libros perdidos en la vieja biblioteca que se mencionó en anteriores entregas.



Esta historia continuará…

sábado, 23 de marzo de 2013

El libro perdido



Según hemos podido averiguar después de seguir leyendo los pergaminos de Fray Leandro hemos descubierto que el escritor de aquel enigmático libro que lleva por título “El Relojero” recibía por nombre Daniel y era hijo del Archiduque de Acrusia durante la vida de Fray Leandro. Este joven era aprendiz del relojero y tuvo que llevar una ardua lucha con su padre para poder cumplir este cometido, pero no los aburro con más datos resumidos. Los dejo con la excelente narrativa de Fray Leandro.





Se ha sabido que el joven Daniel dejó la casa del relojero después de que este hombre finalmente falleciera para alivio de todo el reino. Este joven era oriundo de la ciudad capital de Acrusia por lo que era un coterráneo mío. Tiempo después se supo que era el hijo menor del Archiduque, quien regentaba la ciudad Capital de Acrusia como una ciudad- estado libre del control de los monarcas de Trusio y Prusio. Esta medida fue tomada por el Rey Sancho el Gigante cuando decidió dividir el reino para evitar que ambos hermanos lucharan por el control de la capital, pero este rey nunca contó con que la guerra se llevaría a cabo por otros motivos más vergonzosos.



El joven Daniel huyó de su casa con el afán de hacerse aprendiz del relojero después de que su padre el archiduque se lo prohibiera. El archiduque es un gran amigo mío aun hoy en que los años ya nos pesan demasiado y ambos compartimos la idea de que la ciencia creada por el relojero es el mayor atraso de la sociedad acrusiana.



Tengo entendido que a la fecha en que escribo este texto Daniel cuenta con alrededor de cuarenta años y vive retirado de la ingeniería en un pequeño pueblo de Acrusia a las orillas del Bosque de Antifaz. No mencionaré el nombre de este pueblo porque conozco la fama de la que todavía goza el relojero y sé que muchos visitarán a Daniel para saber de su boca sobre la vida de este horrendo personaje. No quiero dar más gloria a este hombre de la que ya tiene. Daniel escribió uno de los mejores libros sobre la historia de la guerra de las máquinas y recomiendo mucho leerlo. Este libro tiene como título “El Relojero”. Aunque el título no me agrada mucho, la historia ayudará mucho para conocer el reino de Acrusia.



Otra noche ha llegado a mi vida y mis ojos ya no alcanzan a ver las letras que mi mano temblorosa anota en este pergamino. Mañana con suerte continuaré mi ardua tarea. Uno como viejo ha dejado de vivir para solo recordar lo vivido. Es una gran tristeza, pero más triste es morir joven y no tener tiempo de recordar.





Queda solo un puñado de pergaminos por revisar ya que los hemos descifrado casi todos. Tenemos una pista bastante fiable de donde pueda estar el libro perdido del Relojero. En una nota de Fray Leandro hemos sabido de una vieja biblioteca en la ciudad capital de Acrusia que se encontraba bajo tierra. Solo falta dar con este fabuloso hallazgo y ver que libros podremos encontrar. 

miércoles, 20 de marzo de 2013

La Guerra de las máquinas







Después de casi una semana de esfuerzo hemos podido descifrar un nuevo pergamino de la historia de Acrusia según Fray Leandro en donde con el estilo lleno de adjetivos que caracteriza a este historiador se puede observar una nueva faceta de la historia de Acrusia y del Relojero. A continuación el relato escrito por Fray Leandro:



Durante mis años de vida sucedieron los acontecimientos más vergonzosos y escalofriantes que haya vivido hasta ahora el Reino de Acrusia. Incluso la gran guerra que llevó a cabo el Rey Primigenio I para conquistar las tierras en las que se encuentran las ciudades de Acrusia fue mucho más llevadera que los acontecimientos que causaron y que se sucedieron durante la guerra de las máquinas. Como ya he relatado en pergaminos anteriores el reino de Acrusia fue penosamente dividido por una decisión noble, pero un tanto torpe. Los dos reinos eran regentados por hermanos mellizos de nombres Lucio y Flacio. Lucio gobernaba el reino de Prusio mientras que Flacio gobernada el Reino de Trusio. Los ridículos nombres puestos a estos reinos fueron otra de las desgracias que acontecieron al reino de Acrusia.



Poco a poco ambos reinos se comenzaron a llenar de diabólicas máquinas movidas por fuerzas demoniacas que nada tienen que ver con la naturaleza. El Relojero se había encargado de llevar su ciencia a labores tan nobles como el campo, transporte o los talleres de diversos productos de necesidad. Este personaje también creó espantosas máquinas de guerra que hicieron que la nobleza de luchar por un ideal mano a mano con la espada se volviera solo un triste recuerdo.



En mis tiempos las guerras que desafortunadamente me tocó ver y en algunas ocasiones hasta decidir sobre su curso estaban llenas de explosiones que destruían regimientos enteros de nobles soldados junto con sus caballos y llegó un punto en que solo las monstruosas máquinas como dragones que escupían fuego podían estar en el campo de batalla destrozándose unas a otras.



Durante la guerra de las máquinas Lucio se enfrentó a Flacio con estos horrendos aparatos por un ridículo motivo que no mencionaré por lo vergonzoso, pero el motivo real era hacerse con el control de toda Acrusia. Los acontecimientos totales se encuentran ya escritos en un monótono libro y con una escritura bastante pobre llamado El Relojero que escribió un joven aprendiz de este diabólico personaje. Por este motivo no ahondaré en acontecimientos que ya fueron narrados con bastante fidelidad, pero si diré que la guerra de las máquinas fue atroz y nunca debió suceder.

Las máquinas mencionadas por Fray Leandro no debieron ser muy diferentes de los tanques modernos.




Fray Leandro con este pergamino nos ha abierto una incógnita más sobre esta fabulosa historia que tiene que ver con este libro perdido llamado El Relojero que sin duda contará más de la historia de este enigmático personaje y su reino. Según hemos podido averiguar este libro se encontraba en la biblioteca de Fray Leandro por lo que no debe de estar muy lejos del lugar donde fueron encontrados los pergaminos.

Esta historia continuará...

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